La geopolítica de la Iberofonía

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La reciente Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Santo Domingo en marzo, ha desvelado avances muy importantes en el proceso de conformación de un espacio multinacional de países de lenguas española y portuguesa de todos los continentes, espacio que académicamente ha sido denominado «panibérico o de la Iberofonía» y que supera ampliamente al estrictamente bicontinental iberoamericano; pues junto a los estados de la península Ibérica y los hispanohablantes y lusófonos de América, incorpora también a varias naciones de África y Asia. Se trata del primer bloque geolingüístico del mundo, constituido por una treintena de países y más de 860 millones de personas: la décima parte de la población mundial y la quinta parte de la superficie del planeta. La suma del español, hablado por unos 600 millones de personas, y el portugués, idioma de 260 millones, lo convierte en un conjunto tan formidable como desapercibido hasta ahora.

El fundamento básico reside en el hecho de que el español y el portugués son las únicas grandes lenguas internacionales intercomprensibles en líneas generales. Y la articulación de toda la Iberofonía tendrá grandes ventajas ya que favorecerá la influencia del conjunto y de cada uno de sus componentes en el contexto internacional, facilitará la implementación de esquemas de cooperación horizontal y triangular entre países afines de distintos continentes y, además, contribuirá a equilibrar los nocivos efectos uniformizadores de una globalización sometida al inglés y a los parámetros anglosajones. El mérito institucional de haber señalado por primera vez al más alto nivel esta realidad debe reconocérsele al Rey Felipe VI, que ya en su primer discurso en el extranjero –en Portugal precisamente– se refirió explícitamente a este extraordinario espacio multinacional superador del iberoamericano. Poco a poco, otros dignatarios han ido haciéndose eco y hace sólo un año y medio tuvo lugar el «primer acto oficial panibérico de la historia», que reunió a los máximos representantes en el ámbito de los ministerios de Justicia de todos los países iberohablantes, de Bolivia a Timor Oriental y de México a Angola.

Pero ahora, en la Cumbre celebrada en la República Dominicana, se han dado varios pasos fundamentales en esta aproximación. Por primera vez en la máxima instancia multilateral de la Comunidad Iberoamericana, que es la propia Cumbre, se ha reconocido en un comunicado especial la existencia de este ámbito multinacional. Concretamente se señala que el español y el portugués, «lenguas hermanas, complementarias y mutuamente comprensibles, son matriz de un rico acervo cultural, lingüístico y humano compartido globalmente por 850 millones de personas».  No sólo el Rey –o el ministro español de Exteriores, que ha afirmado expresamente el objetivo de la Iberofonía–, sino también el presidente y el primer ministro de Portugal ensalzaron esta dimensión de «900 millones». Y asimismo lo hizo el presidente de Colombia, que propuso incluso la «complementación» de la Conferencia con los países africanos de lenguas portuguesa y española; o el de Paraguay, país que organizará la próxima Conferencia Internacional de las Lenguas Española y Portuguesa. Además, en esta ocasión se anunció la vinculación de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), integrada por nueve estados de cuatro continentes, a la Conferencia Iberoamericana en calidad de observador consultivo, tal como con estatus similar la Secretaría General Iberoamericana participa en la CPLP.

Sin embargo, el correlato del reconocimiento de un «acervo compartido globalmente por 850 millones de personas», o sea, justo lo que define al espacio mundial de la Iberofonía, resulta incompleto en un punto esencial, pues en el mismo comunicado se destaca el mandato de promover «la enseñanza de las dos lenguas [sólo] en el espacio iberoamericano, favoreciendo la movilidad académica [sólo] en Iberoamérica». Es decir, en la práctica se impulsará el portugués en los veinte países de lengua española, pero el español únicamente en dos de lengua portuguesa, Portugal y Brasil, dejando a un lado el grueso de los países lusófonos de África y Asia. Si consideramos la tendencia de convergencia evidente entre las todas naciones iberófonas y el beneficio objetivo que resultará para todas ellas, incluidas las africanas, no parece justo ni conveniente que éstas queden fuera, una vez más, de este esquema de cooperación.

Otra cuestión que hay que precisar es el proclamado bilingüismo entre el español y el portugués que, como ocurre con el punto anterior, sólo se propone para el ámbito iberoamericano dejando al español fuera de los países lusófonos que no sean Brasil o Portugal, pero proponiendo en cambio un bilingüismo lusohispano en el ámbito multilateral de todos los países hispanohablantes. Y si ese bilingüismo ha de ser ‘efectivo’, como afirma el comunicado, pensamos que habrá que huir de oficialismos y maximalismos centrándonos en la intercomprensión, de modo que el ciudadano lusófono que se exprese en su propia lengua sea perfectamente comprendido por el hispanohablante, y viceversa.

Existen métodos de enseñanza diseñados para ello. Hay que pensar seriamente en los mecanismos de articulación del espacio de la Iberofonía. Parece lógico que si la Conferencia Iberoamericana es ya plenamente iberófona –hispanohablante y lusófona al mismo tiempo– y que agrupa a veintidós de los treinta países iberoparlantes (la mayoría), pueda convertirse en un aglutinante de toda la Iberofonía admitiendo, bajo los formatos precisos, al resto de países lusófonos e hispanohablantes no iberoamericanos. Al día de hoy no se ha favorecido en absoluto esta posibilidad, pero sí se promueve activamente la vinculación de países hispanohablantes a la CPLP.

Y respecto a una posible arquitectura institucional de la Iberofonía global –la creación de un eventual Consejo de la Iberofonía o equivalente– habrá que contar también con las instituciones sectoriales del sistema iberoamericano –la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, el Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica y la Conferencia de Ministros de Justicia de los Países Iberoamericanos–, que tanto han hecho por acercar a los países iberófonos de todos los continentes. Conviene reconocer el papel de las organizaciones de la sociedad civil en la articulación de los grandes espacios lingüísticos y culturales del planeta, especialmente en el que nos concierne de la Iberofonía. La experiencia de la Red de la Fundación Universitaria Iberoamericana, con presencia y proyección en la mayor parte de los países de lenguas española y portuguesa, incluidos los africanos, puede ser orientativa. Lo importante es aunar fuerzas e inteligencias para que este precioso proceso de hermanamiento entre todos los pueblos hispanohablantes y lusófonos del mundo se convierta pronto en una realidad efectiva.

Fuente: Frigdiano Álvaro Durántez (Profesor de la Universidad Europea del Atlántico)

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