Linda Hegwood: sobreviviente de Cáncer
A propósito del #OctubreRosa queremos compartir este testimonio sobre un milagro de fé y motivar a la prevención del cáncer en todas sus variantes
«Sucedió tan rápido que no me dio el tiempo para pensar en lo que estaba enfrentando. En solo dos semanas pasé de creer que no tenía miedo a morir a saber que no tenía miedo a morir. Recuerdo esa época de mi vida y me parece que fue un sueño. ¿Realmente me pasó eso a mí?
Era martes. Simplemente, un día más de la semana donde mi esposo Tim y yo disfrutábamos de una vida normal y llena de sueños. Yo había estado sintiendo dolor, por lo que hicimos una cita con mi ginecólogo. Tim y yo acostumbramos a ir juntos a nuestras citas, así que Tim estaba conmigo. El Dr. López había sido mi médico durante casi veinte años y nos conocía muy bien. López ordenó algunas pruebas, pero hasta aquel punto eran solo exámenes de rutina.
Regresamos a Dr. López para que hiciera un procedimiento que investigaría cual podía ser el problema. ¡Qué dolor tan fuerte! Me senti muy incómoda, sin embargo, pensé que era normal para el tipo de examen. Para calmarme, López dijo: «Está bien, está bien». Con la misma, le pidió a la enfermera que trajera un equipo de biopsia. El dolor era exorbitante, pero lo resistí. Miré a Tim y estaba desconcertado. Pasaron solo unos días y la oficina del doctor se comunicó conmigo. El doctor quería verme antes de mi cita. Por primera vez López fue directo al grano. Dijo: «Tengo buenas y malas noticias, ¿cuál quieres primero?».
¡Tienes cáncer!
Soy una mujer directa, así que le dije: «Dame la mala noticia primero». Entre dientes respondió: «Tienes cáncer». De momento todo quedó en silencio. ¡Quedé muda! Fue como si lo que dijo no registrara en mi mente. López me informó que el cáncer podia ser curado con la cirugía. Continuó diciendo que la buena noticia era que no necesitaría tratamientos. No era la mejor noticia, pero al menos escaparía los tratamientos, pensé yo. Inmediatamente, fui enviada al oncólogo.
No tenía la mínima idea de la cantidad de exámenes que tendría que soportar. El oncólogo no entendía por qué yo estaba en su consultorio. De hecho, las primeras palabras que salieron de su boca fueron: «¿Qué haces aquí? Es que eres demasiado joven y estás en muy buena forma para estar en mi consulta». Para confirmar, ordenó un gran número de pruebas: resonancias magnéticas, ecografías, ultrasonido, rayos X entre otras.
Tenían que proceder con diligencia, por lo que programaron la cirugía.
Señor Cáncer, ¡NO!
El día antes de la operación, durante el tiempo de preparación, una hermosa mujer de Dios me Ilamó. Era mi mentora; me conocía desde muy pequeña. Hablamos y luego ella me ofreció orar. Mientras orábamos, comencé a tener una visión. Me vi cargada por los brazos de un ser sobrenatural. Él me colocó en una mesa de metal y se sentó a mi lado. No vi su rostro, pero sabía que eran los brazos de Jesús. Pensé que Jesús me estaba preparando para morir. Tanto es así que le di instrucciones a Tim sobre cómo actuar en caso de que los doctores no pudiesen devolverme a la vida. Yo sentía paz.
El proceso de cirugía comenzó a las 5:00 am. A pesar del dolor terrible que yo sentía, estábamos de buen ánimo y excelente humor. Los médicos nos aseguraron que todo estaría bien. Yo continuaba pensando en aquella visión, sin temor, tenía una paz sobrenatural. Por cierto, Tim me tomó una foto justo antes de que me llevaran a sala de operación. Al tiempo revisé esa fotografía y dije: «¿Cómo pude sonreír?». Me enfrentaba a la muerte, pero aún sonreía.
La cirugía terminó y me llevaron a recuperación. Mientras tanto, el médico visitó a Tim en la sala de espera.
Tim cuenta que lo único que escuchó decir al cirujano fue: «¡Vamos a hacer todo lo posible para salvarla!». Dice que se sintió como muerto en aquel momento. Como en cámara lenta, la voz del doctor se convirtió en un bullicio. Destruido, Tim fue junto a mí. Lo miré y sonreí. Le dije: «Estoy tan feliz, ¿y tú, estás feliz?». Tim conocía la verdad pero yo no sabía nada.La operación pasó de un proceso rutinario a radical.
Todos mis órganos reproductivos, ligamentos pélvicos y cuarenta y cuatro ganglios linfáticos fueron extirpados de mi cuerpo. Tenía un cáncer tan agresivo que era imposible eliminarlo completamente. Sí, necesitaría tratamientos intensos. En adición, enfrenté la dura realidad: se le había dado fin a la fertilidad, no podría tener hijos.
Yo había estado grabando mi nuevo sencillo musical, me preparaba para la gira de medios, conciertos y demás, pero el doctor insistió en que mis proyectos debían estar en pausa, pues sabía que mi sistema inmunológico estaría vulnerable y que no tendría las fuerzas para cumplir con las demandas de cada obligación. Fue desgarrador. Mis ojos se llenaron de lágrimas, ¿cómo podía ser? ¿Habría terminado todo allí? Aun así, no tenía miedo a morir.
Fuente: Tu Luz Magazine